martes, 14 de abril de 2015

Un entusiasmo racional


















Dr. Gonzalo Báez-Camargo

A los primeros metodistas les llamaron “los entusiastas”. Los primeros metodistas no fueron, realmente, aquellos jóvenes estrictos y tiesos del Club Santo de Oxford, que buscaban en una piedad legalista y ascética su salvación. Los primeros metodistas fueron en verdad aquellos rudos mineros de Cornwallis, aquellas mujeres rescatadas del arroyo, aquellos deshollinadores de Londres. 

Todas aquellas gentes postergadas por la sociedad –para quienes el mensaje de la gracia universal e infinita de Dios en Cristo, predicado por Wesley, fue como la irrupción de un gozo incontenible en sus vidas, antes opacas y silenciosas.

Lo que más le criticaban al metodismo primitivo los clérigos ritualistas de la Iglesia oficial y los señorones estirados de la alta sociedad inglesa, era su entusiasmo. El movimiento estuvo a punto de llamarse “entusiasmismo” en vez de “metodismo”. Porque el apodo de “entusiasta” andaba por ahí del brazo de “metodistas”. ¡Imaginémonos! Seríamos hoy la Iglesia Entusiasta, en vez de la Iglesia Metodista.

El primer sermón que predicó Wesley después de su experiencia en Aldersgate fue sobre el texto: “Y esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe”. Fue un canto de victoria. El metodismo nació al son de trompetas triunfales, llevando cantos de liberación en los labios, y un venero de sagrada exaltación en los corazones. “Esa noche –escribe Wesley en su Diario- me atacaron rudamente en un gran concurso de personas, llamándome entusiasta”. Y cuando Carlos Wesley se echó por campos y plazas alzando sus inmortales himnos de gracia, amor, gozo y victoria espiritual, el metodismo se hizo un encendido cántico, y las míseras y oprimidas masas populares rompieron en oleadas de entusiasmo. “Una piedad agria –escribió otra vez el Fundador – es religión del diablo”.

Quienes hablan y escriben, a golpe de vista, y de oídas, sobre la “frialdad del protestantismo”, que pasan por alto ese fuego, esa efusión de entusiasmo y gozo rebosante, que han encarnado en movimientos como el moravo o el metodista. Las masas inglesas no habían conocido más alegría que la tórpida y artificial de los licores ni más cantos que los procaces de la taberna. Un día se sintieron poseídos de una embriaguez espiritual –como los apóstoles en el Pentecostés- y se echaron a cantar himnos de redención: había nacido el metodismo.

Pero no se piense que el metodismo primitivo se convirtió en una simple oleada de emociones desbocadas y se sentimentalismo ululante. Wesley había experimentado un profundo cambio en el corazón, pero siempre conservó la cabeza sobre los hombros. Su madre Susana lo había enseñado, desde pequeño, a razonar tan serenamente como fuera posible, antes de tomar decisiones. Y de ahí tomo la costumbre de escribir en un papel, minuciosa y hasta fríamente, el pro y el contra de cualquier cuestión, para pesar las razones de obrar en un sentido o en otro.

Identidad Wesleyana: entusiasmo racional
Así fue como más tarde, cuando llegó a su vida la arrolladora experiencia personal de la gracia, y cuando encabezó el más poderoso avivamiento cristiano de la época,  y uno de  los más poderosos de la historia, pudo combinar el entusiasmo con el juicio, el sentimiento con la inteligencia, el arrebato de la alegría con el dominio de la razón.

En las reuniones metodistas comenzaron a suceder cosas extrañas. Gente que prorrumpía de pronto en carcajadas, en gritos, en gemidos desgarradores: gente que caía al suelo retorciéndose o se ponía a bailar y saltar. Juan Wesley observó aquello con suma preocupación y decidió que todo eso era obra del diablo, que quería frustrar el gran avivamiento. Entonces comenzó, con dulzura, pero con inquebrantable firmeza, a reprimir aquellos brotes del emocionalismo sin gobierno. Sin perder su entusiasmo. EL MOVIMIENTO EXCLUYÓ LAS EXTRAVAGANCIAS Y EL METODISMO SE SALVÓ DE CONVERTIRSE EN HISTERISMO. Fue un ENTUSIASMO RACIONAL.

Conviene recordarlo cada vez que nos sintamos tentados de albergar un sentimentalismo teatral y a buscar, en los avivamientos, la excitación desgobernada de las emociones. Nada más fácil, después de todo, que sacudir el sentimiento y poner los nervios de punta. Basta con quebrar la voz, con ponerse en trance lacrimoso y usar una elocuencia voluptuosa para suscitar desde el púlpito un desbordamiento de la emoción. Y con que otros secunden con ruidos “amenes” y estentóreos “aleluyas”. Cierto que hay momentos de profundo sentir; tocamientos desde lo alto que nos llegan a lo más vivo del alma. Eso no autoriza a convertir la excitación sistemática y desatentada de las emociones en recursos bastardo de oratorio y técnica deshonesta de un seudo evangelismo.

Nuestro Señor Jesucristo, en quien habitaba la plenitud del Espíritu Santo, era la persona más equilibrada, sensata y serena que ha existido. Nada de convulsiones histéricas. Por el contrario, a los atacados y poseídos, les “echaba fuera demonios”. Tuvo sus grandes crisis personales: su cuarentena en el desierto, su Gethsemaní, pero su predicación apelaba a la inteligencia a la vez que al corazón: era un maestro que explicaba y enseñaba tranquilamente a la vez que un predicador que hacía sonar su profética voz de llamamiento. Y cuando el entusiasmo de las masas se excedía y desencaminaba “despedía a las gentes” y se iba solo “al monte a orar”.

La manera más segura de frustrar un avivamiento es convertirlo en explosión y humareda de simples emociones. Fiel discípulo de Jesucristo, Juan Wesley, lo entendió así. Yendo más allá de las impresiones del momento –cuya exageración reprimió sin vacilar- buscó en un verdadero cambio de vida y de carácter la prueba de la verdadera conversión, y de la presencia real del Espíritu Santo. Y por eso pertenece al genio del metodismo auténtico ser  entusiasta, sí, pero ENTUSIASMO RACIONAL.

Fragmento (2 de 6) del libro El reto de Juan Wesley a los metodistas de hoy, publicado originalmente en 1953 y vuelto a publicar el 2014 por el Instituto de Estudios Wesleyanos - Latinoamérica.

Puedes ver la primer entrega: Un avivamiento evangélico, AQUÍ


Aviso importante
Si usted desea reproducir este artículo, favor colocar el siguiente texto:


4 comentarios:

  1. Hola! Quisiera poder acceder al libro. Pero cuando clikeo el hipervínculo, me dice que el dominio está vencido. Agradecería información. Gracias! Maximiliano Heusser (maximiliano.heusser@hotmail.com)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Maximiliano. La publicación la tenemos solo en versión impresa, pero iremos publicando los capítulos cada semana. Si deseas información sobre la versión impresa, por favor, escríbenos a instituto@iew-la.org

      Eliminar
  2. Yo quisiera poder acceder al libro. Yo cuento con el libro HACIA LA VIDA SUPERIOR antologia, como instrumento de etica.

    ResponderEliminar
  3. Hola María, como hemos indicado en la respuesta anterior, la publicación la tenemos solo en versión impresa, pero podrás leer los capítulos cada semana. Si deseas información sobre la versión impresa, por favor, escríbenos a instituto@iew-la.org

    ResponderEliminar